ISSN 1657-6535 | e-ISSN 2805-993X
PRECEDENTE 2024 VOL. 25 / JULIO-DICIEMBRE, 43-75. CALI – COLOMBIA
María Castillo Valencia
*
Universidad del Valle
maria.d.castillo@correounivalle.edu.co
Diana Marcela Jiménez Restrepo
**
Universidad del Valle
diana.marcela.jimenez@correounivalle.edu.co
Propuesta de un Índice de vulnerabilidad del
cuidado no remunerado (IVC) y su relación con
la siniestralidad vial en Cali
***
Proposal of an Index of the Vulnerability in
Unpaid Care Work (IVC) and its relationship with road
traffic accidents in Cali
Proposta de um Índice de Vulnerabilidade do Trabalho
de Cuidado não Remunerado (IVC) e sua relação com
os acidentes de trânsito em Cali
Artículo de investigación:
recibido 27/04/2024 y aprobado 19/11/2024
* Doctora en Economía de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Profesora Titular en
el Departamento de Economía de la Universidad del Valle. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-
4228-3902
** Magister en Economía aplicada de la universidad del Valle. Profesora Titular en el Departamento
de Economía de la Universidad del Valle. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9639-036X
*** La realización de esta investigación y de los resultados que en este documento se presentan,
corresponden a uno de los compromisos del año sabático de la profesora Maria Castillo-Valencia.
DOI:
https://doi.org/10.18046/prec.v25.6851
Cómo citar:
Castillo Valencia, M. y Jiménez Restrepo, D. M. (2024). Propuesta de un
Índice de vulnerabilidad del cuidado no remunerado (IVC) y su relación
con la siniestralidad vial en Cali.
Precedente Revista Jurídica
,
25
, 43-75.
https://doi.org/10.18046/prec.v25.6851
Esta obra se distribuye a través de una licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International.
ISSN 1657-6535 | e-ISSN 2805-993XPRECEDENTE 2024 VOL. 25 / JULIO-DICIEMBRE, 43-75. CALI – COLOMBIA
Resumen
Eventos exógenos, tanto para los hogares como para el ámbito de decisiones de
las mujeres que los componen, llevan a que estas deban asumir más actividades de
cuidado no remuneradas y a que su tiempo y posibilidades de participar en el mercado
de trabajo remunerado se restrinjan aún más. Este artículo propone la creación de
un índice que clasifique a hombres y mujeres en términos de su vulnerabilidad para
dedicar más horas al trabajo no remunerado del cuidado, en función de características
individuales y del hogar, incluyendo la presencia de usuarios de motocicletas.
Asociamos una probabilidad mayor a cero de que ocurra un siniestro vial cuando se es
motociclista, lo que implica una demanda potencial de cuidado extra en el hogar. Este
evento externo afectará en mayor proporción a las mujeres del hogar si ellas ya son las
que más dedican horas a las labores del cuidado no remunerado. En otras palabras, un
siniestro vial de un miembro del hogar incrementa la vulnerabilidad de las mujeres que
ya ejercen labores de cuidado en el mismo. Usando información para Cali de la Gran
Encuesta de Hogares, se estima este índice, que demuestra que las mujeres presentan
una mayor vulnerabilidad que los hombres en la eventualidad de un siniestro vial que
afecte a algún miembro del hogar.
Palabras clave:
mujeres; trabajo no remunerado doméstico; trabajo no remunerado de
cuidado; siniestralidad vial.
Abstract
Exogenous events to households and beyond the control of the women within them
often result in women assuming more unpaid caregiving responsibilities, further
restricting their time and possibilities to participate in the paid labor market. This
article proposes an index to classify men and women in terms of their vulnerability
to devote more hours to unpaid care work based on their individual and household
characteristics, including the presence of motorcycle users. We associate a greater
probability of road traffic accidents occurring when a household member is a
motorcyclist, which creates and additional potential demand for caregiving within
the household. Such external events disproportionately affect women, particularly
those who already devote significant time to unpaid care work. In other words, a road
accident involving a household member increases the vulnerability of women who
already primary caregivers. Using data from the
Gran Encuesta de Hogares
for Cali,
the index is estimated, showing that women are more vulnerable than men when a
household member is affected by a road traffic accident.
Keywords:
Women; Unpaid Housework; Unpaid Care Work; Road Traffic
Accidents.
Resumo
Eventos exógenos aos domicílios e alheios às decisões das mulheres que os compõem
fazem com que elas tenham de assumir mais atividades de cuidado não remuneradas
e restringem ainda mais seu tempo e suas possibilidades de participar do mercado de
trabalho remunerado. Este artigo propõe um índice que classifica homens e mulheres
em termos de sua vulnerabilidade a dedicar mais horas ao trabalho de cuidado não
remunerado, com base em suas características individuais e domiciliares, inclusive a
presença de usuários de motocicletas. Associamos uma probabilidade maior que zero
de ocorrer um acidente de trânsito ao fato de ser motociclista e, portanto, a uma
possível demanda extra de cuidados no domicílio. Esse evento externo afetará mais as
mulheres da família se elas já estiverem dedicando mais horas ao trabalho de cuidado
não remunerado. Em outras palavras, um acidente de trânsito com um membro da
família aumenta a vulnerabilidade das mulheres que já cuidam da família. Usando
dados para Cali da
Gran Encuesta de Hogares
, o índice é estimado, mostrando que
as mulheres são mais vulneráveis do que os homens quando ocorre um acidente de
trânsito que afete um membro da família.
Palavras chave:
mulheres; trabalho doméstico não remunerado; trabalho de cuidado
não remunerado; acidentes de trânsito.
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MARÍA CASTILLO VALENCIA - DIANA MARCELA JIMÉNEZ RESTREPO
ISSN 1657-6535 | e-ISSN 2805-993X
Introducción
Aunque un siniestro vial puede ser multifactorial –al incluir factores de
siniestralidad como los comportamientos riesgosos asumidos por los conductores,
una malla vial en mal estado, una baja capacidad estatal para hacer cumplir las
normas de tránsito, un sistema público de transporte con operación y cobertura
ineficiente, entre otros–, lo cierto es que, una vez ocurrido el evento, es un
tercero quien debe asumir, de manera intempestiva, el cuidado requerido por
la persona accidentada. Por lo general, será una cuidadora la que asuma la
demanda adicional de tiempo de cuidado no remunerado. Dependiendo del
nivel socioeconómico del hogar de quien sufre el siniestro, el cuidado podrá ser
conseguido y pagado en el mercado o, en el peor de los casos y el más frecuente,
deberá ser ofrecido por una mujer del hogar, quien tendrá que asumir los costos de
dedicarse a cuidar, dado que muy probablemente ya está dedicada y especializada
en actividades de sostenimiento del hogar sin recibir ninguna remuneración.
La hipótesis que motivó este ejercicio a partir de la observación, y que se busca
contrastar empíricamente, es que un evento externo al hogar, sobre todo, ajeno
a las decisiones de las mujeres que lo componen, afecta de manera diferencial
a los miembros del hogar en cuanto a las responsabilidades de cuidado, que
constituyen trabajo no remunerado, y donde ya hay una sobrerrepresentación
femenina. De esta manera, se refuerzan las desigualdades tanto dentro como
fuera del hogar. Este evento externo específico concierne al uso de la motocicleta
y a sus consecuencias ante un siniestro vial en el que estuviera involucrada.
La dificultad para acceder a fuentes institucionales que brinden información
sobre las lesiones que generan los siniestros viales donde está involucrada
una motocicleta nos llevó a considerar la construcción de un índice que nos
aproximara a la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres de tener que dedicar
más horas de cuidado, en la eventualidad de un siniestro vial en su hogar, cuando
tienen menor nivel educativo o tienen trabajos precarios.
La propuesta metodológica que se llevará a cabo para verificar la hipótesis
parte de contextualizar, con una situación específica, cómo la probabilidad de
que suceda un siniestro vial que involucre a un motociclista se relaciona con
una mayor probabilidad de que sea una mujer la que asuma el cuidado de la o
las personas accidentada, usando ya su condición de persona que cuida en el
hogar más ciertas características individuales. Por tanto, se propone y estima un
índice de vulnerabilidad que permitirá clasificar a las mujeres y a los hombres
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PROPUESTA DE UN ÍNDICE DE VULNERABILIDAD DEL CUIDADO NO REMUNERADO (IVC)
Y SU RELACIÓN CON LA SINIESTRALIDAD VIAL EN CALI
PRECEDENTE 2024 VOL. 25 / JULIO-DICIEMBRE, 43-75. CALI – COLOMBIA
en niveles, de acuerdo con sus características personales y las de sus hogares,
en función de la presencia de una motocicleta en el hogar. Para sustentar esta
relación, se presenta una breve revisión bibliográfica y datos sobre el uso del
tiempo, disponibles para Colombia, que muestran la alta participación femenina
en las tareas domésticas no remuneradas.
El auge de la motocicleta como medio de transporte en Cali
En marzo del 2009 empezó a operar el sistema de transporte masivo de buses
articulados, conocido como MIO, al que Cali apostó como reemplazo de la
antigua flota de buses públicos que circulaba por toda la ciudad y que había
generado graves problemas de congestión vial, accidentalidad y contaminación.
Este sistema de transporte, que consiste en una serie de estaciones fijas en
donde se recoge a los pasajeros, reemplazó y minó la posibilidad de contar
con un tren de cercanías, mientras prometía ser la solución a los problemas
de movilidad de la ciudad. Pero, después de casi 14 años de funcionamiento,
el sistema se encuentra en crisis por la falta de recursos y un diseño de rutas y
trayectos equivocado, al no lograr llegar a las zonas más alejadas de la ciudad,
en específico al oriente y la ladera, donde residen las personas jóvenes con
mayor vulnerabilidad socioeconómica que requieren del servicio (Castillo et
al., 2022). A esto se suma la obsolescencia de los buses y la pérdida sistemática
de usuarios frente a los sistemas de transporte informal, por la inseguridad en
las estaciones, así como otros factores que han llevado a la debacle del sistema.
En sus inicios, el MIO tuvo como meta transportar diariamente a 960 000
pasajeros, pero terminó transportando tan solo 275 000 (Villaquirán, 2022).
Ante la ineficiencia del único sistema de transporte público de la ciudad, las
personas han tenido que resolver de manera privada sus problemas de movilidad,
mediante la adquisición de un carro o una motocicleta. Las cifras de la Secretaría
de Movilidad de Cali (2023) lo sustentan: entre el 2016 y agosto de 2023 hubo
un aumento de un 20% en el parque automotor registrado en Cali. Mientras
tanto, quienes no pueden comprar su propio vehículo o endeudarse para ello,
acuden al servicio ilegal –los
piratas
–, ofrecido por los conductores de carros y
motos, en principio, para uso particular.
Para el segundo semestre de 2023, en Cali se registraban 501 913 vehículos de
uso público y privado, de los cuales 241 487 (31%) eran motocicletas (Secretaría
de Movilidad, 2023). De hecho, el mercado de este tipo de vehículos es uno de los
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sectores con mayor dinamismo en el país; según datos del RUNT, representan el
61% del total de vehículos en Colombia. Bogotá, Medellín y Cali son las ciudades
donde se concentra la mayor demanda de motocicletas. Se calcula que dicho
mercado creció 37% en 2022, con 850 000 unidades vendidas (Urrego, 2022).
Para quienes comercializan este tipo de vehículo, su crecimiento está sustentado
en que la motocicleta resuelve los problemas de movilidad en un país donde
las personas que antes usaban medios de transporte público ya no tienen fácil
acceso a él o deben recurrir a otro medio de transporte por la ineficiencia en los
tiempos de desplazamiento. Quienes adquieren una motocicleta no solo están
solucionando un problema de desplazamiento: cerca del 96% de los compradores
las emplean para transportarse a su lugar de trabajo, lo que la convierte en un
activo, ya que incrementa la probabilidad de conseguir un empleo. En la Figura 1
se muestra el incremento en el registro de motos en Cali a lo largo de tres años.
Fuente: Tomado de
Tubarco (enero 19, 2022).
Figura 1
Parque automotor activo registrado en Cali
En la Figura 2, basada en datos del SISBEN
1
,
se muestra la concentración
de hogares que poseen motocicleta. La población que habita en las comunas 6,
13, 14, 15, 16, 18 y 21 (oriente, nororiente y ladera), ubicadas en la periferia
de la ciudad, es la que más motocicletas tiene registradas. En varias de estas
1 El SISBEN es el Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales.
Este sistema permite clasificar a la población en función de sus condiciones socioeconómicas para
focalizar el gasto social y garantizar que esta inversión sea asignada a quienes más lo necesitan.
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comunas, hay sitios estratégicos, llamados
terminalitos
, ubicados en los puntos
de entrada a los barrios, principalmente, los que se encuentran en la ladera, en
los que los conductores de motocicletas, conocidos como
motorratones
, ofrecen
el servicio de transporte informal de pasajeros, al margen de las disposiciones
legales vigentes, ya que el cubrimiento del servicio público de transporte es
escaso o nulo dentro de estas zonas de Cali. En la actualidad, el servicio de un
motorratón
, también puede ser solicitado mediante las aplicaciones para contratar
transporte (Q’hubo, 2019; Zuñiga, 2019).
Figura 2
Mapa de calor para hogares que poseen motocicleta
Fuente: Elaboración propia con datos del SISBEN (2022).
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¿Qué es lo preocupante de esta situación?
El incremento en el número de vehículos rodando por las calles de la ciudad no
solo ha creado congestión vehicular, sino también un alto volumen de siniestros,
en los que en una gran proporción hay una motocicleta involucrada. Los hombres
constituyen la mayoría de víctimas con lesiones de mediana/gran complejidad o,
en el peor de los casos, con un desenlace fatal (Secretaría de Movilidad, 2023).
Las motocicletas son consideradas uno de los medios de transporte más
peligrosos, lo que hace de los motociclistas un grupo vulnerable dentro del
universo de los conductores. Las personas que se transportan en motocicletas
tienen tres veces más probabilidad que los ocupantes de un carro de salir
lesionados en un accidente y dieciséis veces más probabilidad de morir. Contrario
a lo que ocurre en un accidente de carro, en uno de motocicleta, los conductores
y sus acompañantes, frecuentemente, absorben toda la energía cinética y propia
que resulta del impacto (Dinye, 2013).
En un estudio realizado en Pereira, Colombia, se revisaron 460 historias
clínicas de siniestros reportados al SOAT entre 2014 y 2017, en las cuales se
encontró que la contusión (64,3%) es la lesión más frecuente, seguida de la
fractura (20.9%). Las lesiones se distribuyeron principalmente en extremidades
inferiores y superiores (27,8%), cabeza y cráneo (18%) (Trujillo et al., 2018).
En la misma dirección, Cifuentes-Tinjaca et al. (2023), en un estudio para
Villavicencio en el que se revisaron 1114 historias clínicas, muestra que las
zonas más afectadas en un siniestro vial de motocicletas fueron los miembros
inferiores (49,28%), los miembros superiores (40,48%), la cabeza (7,36%), la
columna (1,53%) y el tórax y abdomen (1,35%), sin distinción significativa por
sexo. Para Cali todavía no existe una investigación exhaustiva sobre los tipos de
lesiones más frecuentes que sufre la población siniestrada, lo que dificulta hacer
una estimación precisa de la demanda de cuidado que se requiere en cada caso.
Aunque la ausencia de este tipo de estudios limita el alcance de los resultados,
este artículo pretende poner sobre la mesa la discusión sobre otros efectos que
deja la alta siniestralidad en ciertos grupos poblacionales.
Ahora bien, en cuanto al lugar de residencia de las víctimas de los siniestros
viales, la concentración del parque automotor de motocicletas en ciertas zonas
de la ciudad nos da una aproximación. El mapa de la Figura 2 muestra que las
personas fallecidas y/o lesionadas por accidentes de tránsito estarían en los
sectores de ingresos bajos o medios, que corresponden al oriente y ladera de la
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ciudad, en donde, además, se registra una mayor proporción de motocicletas; un
factor que se puede leer en interseccionalidad con la pobreza, la raza y la clase
en esa zona de la ciudad. Esta es una regularidad empírica que no solo ocurre
en Cali. En otras ciudades del país, los sectores de bajos ingresos son los que
más adquieren motocicletas como medio de transporte y fuente de ingresos. En
la región de las Américas, las muertes y lesionados por accidentes de tránsito
afectan más a los países en desarrollo, de ingresos medios y bajos (Villaveces
et al., 2021).
El Observatorio de Movilidad y de Seguridad Vial de la Alcaldía de Cali,
encargado de reportar las cifras sobre el comportamiento de los siniestros viales,
muestra que en los últimos años ha habido un número creciente de muertes que
evitables. Los peatones, ciclistas y motociclistas son las principales víctimas. Si
a estas cifras se suman las víctimas no fatales que genera cada siniestro vial, los
datos son alarmantes.
Para el año 2022, en Cali hubo 9134 siniestros viales, en los cuales 2479
(27%) personas terminaron lesionadas con participación de un motociclista.
Aunque no hay cifras detalladas y actualizadas para Cali sobre el costo de estos
siniestros, Fasecolda sí registra para el país que el 2022 fue crítico para el Seguro
Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT). De acuerdo con este gremio,
que agrupa las aseguradoras en el país, se pagaron alrededor de 9,4 millones
de pólizas obligatorias de accidentes de tránsito, un 4% más que en el 2021. Es
decir, el valor pagado por los siniestros aumentó más del 27 %, hasta alcanzar los
2,4 billones. Para esta entidad, la siniestralidad vial superó los niveles históricos
en el país: más de 8000 fallecidos y cerca de un millón de lesionados en el
2022 (Fasecolda, febrero 2023, p. 2). Tan solo en Bogotá, 43 000 víctimas de
accidentes de tránsito fueron atendidas con cargo al SOAT (Fasecolda, 2022).
Las primeras indagaciones sobre el comportamiento de los siniestros viales
en la ciudad, especialmente cuando hay un motociclista involucrado, y el lugar
donde ocurren, ofrecen un panorama de quiénes están asumiendo los costos
indirectos de estos siniestros y que no están cubiertos por el SOAT. Aquí se
conectan dos temas importantes: los siniestros viales y la carga de cuidado que
generan, sobre todo para las clases de bajos ingresos, quienes no cuentan con los
recursos para adquirir los servicios privados de cuidado durante la convalecencia
del siniestrado. El incremento en el primero provoca necesariamente una mayor
demanda del segundo, que se configura como un cuidado extra que aparece y
que va más allá de la atención hospitalaria: son horas de cuidado requeridas
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a una tercera persona por parte de quien sufrió el accidente. Las actividades
específicas de cuidado y el tiempo demandado van a depender del tipo de lesión
y de sus secuelas.
Ahora, ¿quién satisface esa demanda de trabajo doméstico y cuidados y, de
paso, asume el costo de los mismos? La hipótesis que se busca comprobar en este
documento es que son las mujeres quienes, en un alto porcentaje, se verán en
la obligación de dedicar parte de sus horas diarias al cuidado de la persona de
su círculo familiar que haya sufrido un siniestro vial. El punto aquí es que las
causas del siniestro vial son ajenas a las personas que asumen sus consecuencias,
entre ellas el cuidado de la persona accidentada, cuya responsabilidad recae en
una gran proporción en las mujeres.
En la siguiente figura se muestra la relación entre la falta de un sistema de
transporte público eficiente, la siniestralidad vial y la demanda de cuidado.
Figura 3
Esquema conceptual para la relación entre la demanda de trabajo doméstico
y de cuidados no remunerados y la siniestralidad vial
Fuente: Elaboración propia.
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Del anterior esquema conceptual y por deducción, se espera que sean las
mujeres que habitan en las zonas con mayor vulnerabilidad económica y social
las que asumen los costos en términos del cuidado demandado por las víctimas
de siniestros viales. Esto se sustenta en la correlación simple y positiva del nivel
socioeconómico de las comunas de Cali y su concentración de parque automotor,
en especial el de motocicletas (Figura 2).
Revisión de la literatura: algunos antecedentes
Uno de los pilares en los que se apoya la investigación académica de las mujeres
y mucha de las luchas feministas es el poco o nulo reconocimiento dado al
trabajo del cuidado que ellas realizan. Tanto el trabajo de cuidado remunerado,
reconocido por el mercado, y el no remunerado, invisibilizado, son fundamentales
para el desarrollo de las sociedades (Addati et al., 2018; Beneria, 2003; Moos,
2021; Folbre, 2014; Ferber y Nelson 2003). El crecimiento de la población, su
envejecimiento, la estructura cambiante de las familias y las carencias en políticas
sociales demandan una acción urgente de los gobiernos, empleadores, sindicatos
y ciudadanos sobre la organización del trabajo del cuidado (Carrasco, 2006).
Pero más allá de la demanda de cuidado que genera el desarrollo del ser
humano, hay otras que no son el resultado de decisiones directas de las mujeres
(como podría ser tener un hijo, por ejemplo), sino de decisiones de terceros.
Y esta demanda adicional de cuidado, en su amplia mayoría, terminará siendo
satisfecha por las mujeres (Banks, 2020; Beneria, 2006).
Desde la literatura de la economía feminista hay una discusión interesante
sobre cómo las mujeres toman decisiones en el hogar y qué determina su poder
de negociación dentro del mismo (Agarwal, 1997; Lundberg y Pollack, 1996;
Doss, 2013). Muchos trabajos empíricos realizados en países en desarrollo han
mostrado que el resultado de las decisiones dentro del hogar está afectado por la
carencia o presencia de factores económicos y sociales. Bajos niveles educativos,
la falta de activos, la no participación en el mercado laboral o ingresos bajos
afectan el poder de decisión de las mujeres en el hogar (Doss, 2013). También,
las reglas y normas sociales son esenciales para entender algunas decisiones
(Folbre, 1994). De hecho, el mayor tiempo dedicado al trabajo doméstico
y de cuidado, no remunerado, por alguna de las personas que componen el
hogar –las mujeres– es un indicador de un proceso fallido de negociación en su
interior, con desventajas claras para ellas porque refuerza, a su vez, la división
del trabajo: todo el trabajo al interior del hogar recae en las mujeres, mientras
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que el que se realiza fuera de él, en la esfera pública, queda en manos de los
hombres (Giddings, 2021).
Consideremos la siguiente situación: un hogar convencional formado por
una pareja de un hombre y una mujer, con niños menores. Supongamos que el
hombre va al mercado laboral y obtiene un ingreso que le permite adquirir bienes
de consumo para su familia. Por otro lado, la mujer dedica todo su tiempo al
trabajo doméstico y del cuidado de sus hijos, del cual se beneficia toda su familia
nuclear. Es decir, ella produce bienes y servicios públicos (cuidar la casa, cocinar
los alimentos, cuidar los niños, entre otros) por los que no recibe ningún tipo
de remuneración pecuniaria. Se supone que esa producción del bien público va
disminuyendo con el tiempo y con una mejora en el ingreso laboral del esposo
vía algún tipo de sustitución imperfecta con bienes de cuidado adquiridos –a otra
mujer– en el mercado, mientras su cónyuge podría disminuir el tiempo dedicado
a la provisión de los bienes y servicios de cuidado y tener más tiempo para tomar
cierto tipo de decisiones que aumenten su bienestar, como la de participar en el
mercado laboral remunerado o incrementar su capital humano –vía educación,
experiencia laboral– o social –con conexiones sociales por fuera de su hogar–.
Ahora, supongamos que hay un impacto externo que obliga al hogar a
adquirir ciertos tipos de bienes de consumo que implican un riesgo; es decir, que
su consumo viene asociado a la probabilidad de generar una mayor demanda
de cuidado, la cual se puede satisfacer de dos formas. La primera es adquirirlo
en el mercado; la segunda, producirlo desde el mismo hogar. Dada la división
del trabajo y la especialización en el hogar y si, además, los ingresos del hogar
son bajos, la segunda será la alternativa elegida, con lo cual, necesariamente,
la mujer será la encargada de asumir la demanda adicional de cuidado.
Para el caso que nos ocupa, haciendo una asociación directa entre la decisión
de adquirir o usar una motocicleta y la probabilidad de siniestro que afronta el
motociclista, planteamos que hay una demanda potencial de cuidado adicional
directamente proporcional a la probabilidad de que ocurra dicho siniestro vial y,
en hogares de bajos ingresos, con mujeres desempleadas o por fuera de la fuerza
laboral, serán ellas las que asuman el cuidado de la persona accidentada. En
otras palabras, cuando en el hogar son las mujeres las que más horas destinan
a actividades de cuidado no remunerado frente a los hombres, la ocurrencia
de un shock externo generará una demanda extra de cuidado que deberá ser
cubierta por estas mismas mujeres.
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La vulnerabilidad de las mujeres en asumir una mayor
carga de trabajo doméstico y del cuidado no remunerados:
antecedentes empíricos
En este documento se propone un índice que evalúa la vulnerabilidad y la
exposición de la mujer a dedicar más tiempo de cuidado en función de algunas
de sus características socioeconómicas y del hogar, como la presencia de un
motociclista, al que se le asocia una probabilidad mayor de tener un siniestro
vial y adquirir una lesión que requiere cuidados que el seguro contra accidentes
no cubre. La construcción de índices se basa en metodologías convencionales
como la usada para el Índice de Desarrollo Humano (Anand y Sen, 1994) o el
índice de desigualdad de género (UNDP, 2019).
Partimos del hecho de que ya los resultados del análisis de la Encuesta del
uso del tiempo, en el país, para los periodos 2016-2017 y 2020-2021, muestran
la brecha entre hombres y mujeres en el número de horas dedicadas al trabajo
del cuidado no remunerado. Entre el 2016 y el 2017, las mujeres dedicaron, en
promedio, 6 horas y 51 minutos a actividades de trabajo doméstico y cuidado no
remunerado, mientras que los hombres lo hicieron durante 3 horas y 19 minutos;
resultados muy similares a los encontrados en la India (Janiso et al., 2022). En
la época de pandemia, 2020-2021, el tiempo que las mujeres dedicaban a estas
actividades aumentó en 53 minutos, mientras que el de los hombres disminuyó
en 13 minutos (DANE, 2022).
En todos los niveles socioeconómicos son las mujeres las que asumen más
actividades de trabajo no remunerado, al dedicar en promedio 7 horas y 4
minutos al día, mientras que los hombres dedican un promedio de 3:23 horas
al día. Es un resultado que no depende de las características socioeconómicas
ni de factores demográficos (Janiso et al., 2021), pero que sí señala que, cuantos
más altos los ingresos, menos horas dedican las mujeres a estas actividades,
ante la posibilidad de pagar para que, muy probablemente, sean otras mujeres
las que las realicen. Sin embargo, las diferencias entre los quintiles 1 a 4
no son muy notorias (Figura 4). Las que se encuentran en el quintil 5, que
corresponden a las mujeres de ingresos altos, dedican, en promedio, una hora
menos. Frente a los hombres de su mismo quintil, las mujeres siguen doblando
el tiempo a actividades del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado
(Coltrane, 2000).
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En hogares con personas que requieren de cuidado específico, como niños
pequeños (Figura 5), adultos mayores y en condición de discapacidad, el número
de horas dedicadas al cuidado cambia y las diferencias entre mujeres y hombres
son aún más pronunciadas (Hu, 2023).
Figura 4
Tiempo promedio dedicado a actividades del hogar no remuneradas.
Total Nacional 2020-2021
Fuente: Tomado de DANE-ENUT 2020-2021 (octubre, 2022)
Figura 5
Hogares con infantes y tiempo promedio dedicado a labores no remuneradas
de cuidado. Total Nacional
Fuente: Tomado de DANE-ENUT 2020-2021 (octubre, 2022).
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En casos específicos de presencia de personas con discapacidad, las brechas
entre hombres y mujeres se hacen más grandes en función del tipo de discapacidad
sufrida (Figura 6).
Figura 6
Hogares con personas discapacitadas y tiempo promedio en tareas
no remuneradas de cuidado. Total Nacional
Fuente: Tomado de DANE-ENUT 2020-2021 (octubre, 2022).
Partiendo de esta información, se construye un índice que clasifica a las
mujeres y a los hombres de un hogar en términos de su vulnerabilidad de caer en
actividades de cuidado extra, cuando en el hogar hay usuarios de motocicleta,
asumiendo la existencia de una probabilidad positiva de que un siniestro vial
ocurra. En el caso de que sean las mujeres las que más horas dedican al trabajo
no remunerado de cuidado en el hogar frente a los hombres, entonces, ese evento
externo no hará más que reforzar su situación de desigualdad en el número
de horas que ahora deberá asignar para cubrir esa demanda extra de cuidado,
excluyéndose completa o parcialmente de las posibilidades de participar en el
mercado de trabajo remunerado.
Por tanto, el índice parte del supuesto de que la presencia y uso de una
motocicleta en un hogar aumenta la probabilidad de que un siniestro vial
ocurra, con dos posibles resultados: la muerte o la lesión del conductor y su
acompañante, por lo general, una mujer, debido al decreto que restringe el
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parrillero hombre
2
.
En este índice se dan relaciones interseccionales entre la
edad, el nivel educativo, el nivel de pobreza y el número de personas menores
y mayores que requieren de cuidados en el hogar, entre otros. Sin embargo, su
construcción conlleva ciertas limitaciones relacionadas con que la agregación
puede no revelar diferencias importantes entre hombres y mujeres, o entre las
mismas mujeres, perdiéndose información vital. También involucra una cierta
subjetividad al seleccionar las variables y sus ponderaciones, lo que produce un
sesgo y que, por ende, los resultados puedan no ser del todo confiables.
Otra limitación que vale la pena mencionar es que, finalmente, el índice
representa una forma de simplificar fenómenos complejos en una única cifra,
desconociendo otras causas o factores que no se incluyen pero que podrían ser
relevantes a la hora de recomendar políticas públicas. Asimismo, es importante
reconocer que el índice metodológicamente deja de lado la agencia individual y
la negociación interna en el hogar; en ese sentido, olvida uno de los elementos
claves desde la perspectiva de la economía feminista y la problematización acerca
de las responsabilidades de cuidado y su distribución entre hombres y mujeres.
El índice de vulnerabilidad para el trabajo doméstico
y del cuidado no remunerado (IVC)
La creación de este índice de vulnerabilidad es importante por muchas razones.
La primera es que está captando la interacción de dimensiones asociadas al
número de horas que hombres y mujeres dedican al cuidado al interior de un
hogar. El índice parte de una desigual distribución de tiempo entre géneros al
interior de los hogares, que se refuerza con la aparición de eventos externos.
Esta característica lo hace un instrumento útil para tener una visión más amplia
de cómo la vulnerabilidad de la mujer, ya existente, se puede incrementar en el
contexto del trabajo doméstico y del cuidado no remunerado. Hasta el momento,
en sociedades como la colombiana, en la que no se reconoce monetariamente
el trabajo de sostenimiento de los hogares, las mujeres que lo hacen y que se
especializan en él, en su mayoría, dependen económica y completamente de
otros, así que su bienestar no está bajo su control. El índice estaría mostrando
una mayor caída en el bienestar de estas mujeres atrapadas en esa situación de
cuidadoras sin remuneración.
2 En Cali existe un decreto desde 1994, con vigencias temporales, que ha buscado controlar el
transporte en motocicleta con el objetivo de reducir los hurtos y los homicidios en la ciudad.
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Segundo, para las y los investigadores y hacedores de política, el índice
permite identificar también los riesgos a los que están sometidas las mujeres en
condición de mayor vulnerabilidad a fenómenos como la alta siniestralidad vial.
Tercero, la información que se deriva de este índice podría ayudar al diseño
políticas públicas específicas y de mayor impacto, con un claro enfoque de
género, que garanticen la reducción de las brechas entre hombres y mujeres
frente al trabajo del cuidado no remunerado.
Finalmente, considerar la evolución de la vulnerabilidad de las mujeres
captada a través del índice podría fomentar una discusión sobre el alcance o
cobertura de los seguros contra siniestros viales, que actualmente operan con
una nula capacidad de cobijar a las víctimas indirectas, específicamente a las
que asumen cuidado de manera no remunerada.
Para estimar el índice se emplearon datos de la Gran Encuesta Integrada
de Hogares para el segundo trimestre de 2022, realizada por el DANE. El , que
toma valores entre 0 y 100, tiene las siguientes dimensiones (ver Tabla 1): en el
plano de lo individual, consideramos el nivel educativo, mientras en términos
del hogar, la presencia de personas dependientes (niñas y niños menores de cinco
años, adultos mayores de 70 años y/o en condición de discapacidad) y el uso de
la motocicleta, por alguno de los miembros del hogar, para trasladarse a su sitio
de trabajo. Por simplicidad, a las dimensiones del se les otorgó igual ponderación.
Tabla 1
Dimensiones e indicadores del IVC
DimensiónIndicadorPonderación
Nivel educativo
Ninguno100
Primaria90
Secundaria80
Técnico/Tecnológico70
Profesional60
Posgrado50
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Es claro que el índice está construido con ponderaciones impuestas, las cuales
fueron establecidas para que los factores que más inciden en el incremento
de la probabilidad de dedicar más horas a actividades de cuidado (menores
niveles educativos, presencia de personas que demandan cuidado, usuarios
de motocicletas) tengan mayor peso; así, cuanto más alto el índice, mayor
el riesgo de dedicar más horas de trabajo no remunerado, en detrimento del
tiempo dedicado, por ejemplo, a participar en el mercado laboral o mejorar su
capital humano.
En otras palabras, las ponderaciones asignadas a los indicadores que
componen cada dimensión responden al impacto que ciertas características
socioeconómicas tienen sobre la posibilidad de que las mujeres dediquen una
mayor cantidad de horas a las labores de trabajo doméstico y de cuidado no
remunerados o a la participación en el mercado laboral, sobre todo en sectores de
bajos ingresos (Castillo et al., 2023). Así, una mujer con menor nivel educativo
queda aún más restringida para llegar al mercado laboral que una mujer con
más años de educación (Sayer, 2005), sin que estas últimas se libren del todo
del trabajo no remunerado. Igual lógica opera con las dimensiones restantes:
los indicadores con mayor ponderación son los que están asociados a una
mayor probabilidad de participar en el mercado laboral. En especial, como ya
lo habíamos mencionado, el que los miembros del hogar recurran al uso de
Menores de 5 años
Sí100
No50
Mayores 70 años
Sí100
No50
Discapacidad
Sí100
No50
Usuarios de motocicleta
Sí100
No50
Fuente: Elaboración propia.
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las motocicletas como medio de transporte aumenta la probabilidad de sufrir
un siniestro vial y, con ello, incrementa el riesgo de que una mujer de ese
hogar se convierta en la cuidadora tiempo completo durante la temporada de
convalecencia y recuperación del posible accidentado.
Una vez calculado el índice para cada mujer, se procedió a agruparlas bajo
cuatro categorías, establecidas a partir de la misma distribución de los valores
estimados; esto es, para la primera categoría, “bajo”, se tuvo en cuenta el valor
mínimo calculado (50) y se le sumó la desviación estándar (9.79), conformándose
el resto de categorías bajo la misma lógica. La anterior clasificación generó los
resultados que se presentan en la Tabla 2.
Tabla 2
Rangos para el IVC en el caso de las mujeres en Cali
IVC_MujeresFreq.%Acumulado
Bajo1.05730,7030,70
Medio1.28937,4468,14
Alto89325,9494,07
Total2045,93100
Fuente: Cálculos propios con datos de la GEIH (2022). Nota. Por construcción, el valor
máximo del índice es de 100.
La clasificación asumida en las categorías anteriores está sustentada por
la literatura que estudia el proceso de división del trabajo como una forma
de negociación entre una pareja, donde el ingreso, la educación y el prestigio
del trabajo son recursos que definen el poder de negociación de las mujeres
(Domínguez-Amorós et al., 2021; Hamplová et al., 2019) y, por tanto, el número
de horas de trabajo doméstico y de cuidado que deben asumir (Carlson, 2021;
Davis y Greenstein, 2020; Ermis y Mert, 2015; Daniel, 1979). En este sentido,
las mujeres con valores más altos en el índice son aquellas que están en un
riesgo mayor de destinar más horas a actividades no remuneradas de trabajo
doméstico y del cuidado.
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Para el cálculo del IVC y su reagrupación en niveles, se tomó como población
objetivo a las mujeres mayores de 12 años, edad de referencia para empezar
trabajar en Colombia en zonas urbanas, sin que sea un argumento para dejar
de problematizar el hecho de que existen niñas y niños, sobre todo las primeras,
que desde muy temprana edad tienen que asumir responsabilidades de trabajo
doméstico y de cuidado, inclusive de personas con menos edad (Schulz, 2021;
Hackett et al., 2015). Exploremos, entonces, qué otras características tienen
estas mujeres organizadas según el nivel de actividades de cuidado en el que
se encuentran.
El 63% son mujeres que están por fuera de la fuerza laboral. Ni siquiera
participan en el mercado de trabajo como buscadoras de empleo; en otras
palabras, desempleadas (Figura 7). Ahora, sin importar el estatus laboral,
predomina el nivel “medio”, seguido por el “bajo”, sin que esto sea reflejo de
que no están en tan mal situación; todo lo contrario, estas mujeres dedican,
en promedio, 8 y 6 horas diarias a labores de cuidado dentro de sus hogares,
respectivamente (Figura 8).
Figura 7
Nivel de actividades de cuidado no remuneradas y estatus laboral
para las mujeres de Cali
Fuente: Elaboración propia con información de GEIH – DANE (2022).
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Particularmente, al analizar los datos controlando además por la posición
en el hogar, si bien las tres principales categorías son las de jefa, cónyuge e hija,
entre quienes, nuevamente, se encuentran en los niveles “medio” y “alto”, vale
la pena resaltar la diferencia para quienes son nueras o nietas del o la jefa de
hogar. En estas últimas, predomina la categoría “alto” con jornadas de dedicación
a actividades no remuneradas que superan, en promedio, las 10 horas diarias
(Figura 9).
En la Figura 10 se muestra que el nivel educativo no actúa como un liberador
de las tareas de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. No obstante,
conforme aumenta el logro educativo en las mujeres, el va disminuyendo
(Kolpashnikova y Koike, 2021; Gupta et al., 2021; Hamplová et al., 2019).
Figura 8
Promedio de horas dedicadas a actividades de cuidado en los hogares (propios)
y la clasificación del IVC
Fuente: Elaboración propia con información de GEIH – DANE (2022).
9
8
8
6
0
2
4
6
8
Promedio horas
Total
Alto
Medio
Bajo
65
2
4
3
5
5
6
4
11
5
3
6
7
13
6
5
5
4
7
6
6
5
5
6
5
2
5
5
8
8
6
3
10
10
9
6
9
8
8
6
0
5
10
15
Promedio horas
Empleada Doméstica
Otra
Nieta
Nuera
Hermana
Suegra
Madre
Hija
Cónyuge
Jefa
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
Figura 9
Promedio de horas dedicadas a actividades de cuidado en los hogares (propios), clasificación del IVC y parentesco
Fuente: Elaboración propia con información de GEIH – DANE (2022).
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Figura 10
Niveles educativos y clasificación del IVC
Fuente: Elaboración propia con información de GEIH – DANE (2022).
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Por último, como en el ámbito nacional, para Cali se repite el patrón en el
que los hombres dedican mucho menos tiempo a las actividades de cuidado que
no son remuneradas y que permiten el funcionamiento de los hogares (Figura
11). En concreto, a lo sumo dedican 1/3 del día en ellas, por mucho que tengan
una participación considerable en los primeros rangos del (Tabla 3).
Tabla 3
Rangos para el IVC en el caso de los hombres en Cali
IVC_HombresFreq.%Acumulado
Bajo87331,2731,27
Medio1.09239.1170,38
Alto66623,8594,23
Total1615,77100
Fuente: Cálculos propios con datos de la GEIH (2022).
Figura 11
Clasificación del IVC para mujeres y hombres y horas promedio dedicadas
a labores no remuneradas en los hogares (propios)
Fuente: Elaboración propia con información de GEIH – DANE (2022).
8
8
8
6
3
3
3
3
0
2
4
6
8
Promedio horas
Mujer
Hombre
Total
Alto
Medio
Bajo
Total
Alto
Medio
Bajo
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Discusión final y conclusiones
La idea inicial que motivó este ejercicio de investigación era verificar la relación
positiva entre dos situaciones muy cotidianas en Cali. La primera, el que
una persona fuera víctima de un accidente de tránsito en el que estuviera
involucrada una motocicleta, y, la segunda, que quien estuviera cuidándola fuera
un mujer, concretamente, una de su mismo hogar. Aunque esta hipótesis puede
parecer evidente por observación, nuestro objetivo era demostrarla con datos.
Desafortunadamente, después de tocar sin éxito varias puertas de instituciones
que pudieran tener información de este tipo de siniestros, de sus implicaciones,
nos tocó recurrir a otra fuente de información que nos permitiera acercarnos
a ambas situaciones.
En específico, recurrimos a la Gran Encuesta Integrada de Hogares, primero,
porque permite separar la información correspondiente solo a la ciudad y, segundo,
porque a nivel de hogares permite identificar si sus miembros son usuarios de
motocicleta, así como otras condiciones que incrementan la probabilidad de
que una mujer del hogar asuma completamente las actividades de cuidado y
mantenimiento que este exige.
El incremento en el número de motocicletas registradas en la ciudad se ha
asociado con la falta de un sistema de transporte masivo eficiente, lo que obliga,
principalmente, a las clases populares a adquirir una motocicleta (Quintero
Hernández, 2015). Esa decisión, tomada por los hogares para resolver sus
problemas de movilidad, aumenta la congestión y la siniestralidad vial, con un
número creciente de muertes y personas lesionadas, al punto de convertirse
en un problema de salud pública que no solo afecta a Colombia, sino también
a otros países en vía de desarrollo que no cuentan con sistemas de transporte
masivos (Villaveces et al., 2021; Jiménez y Fajardo, 2022). Sin embargo, los
costos no están igualmente distribuidos sobre la población de motociclistas; hay
unos que recaen sobre quienes asumen las labores del cuidado no remunerado
y que no están claramente identificados en la literatura sobre los costos de
la siniestralidad vial. Nos referimos a los costos que asumen las mujeres que,
con ciertas características socioeconómicas, están en los hogares de quienes
sufren estos accidentes viales. Hablamos de mujeres que, por estar por fuera
del mercado, con empleos precarios, con un nivel de educación inferior o con
población infantil a su cuidado, tendrán una mayor probabilidad de asumir
las labores del cuidado no remunerado cuando se presenta un siniestro vial al
interior del hogar al que pertenecen. El tener en cuenta estas características
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en el índice presentado visibiliza el riesgo existente para las mujeres de asumir
más tareas no remuneradas de cuidado.
Los resultados del índice convergen con los hallazgos reportados por la
literatura sobre la brecha entre hombres y mujeres en labores no remuneradas
de trabajo doméstico y del cuidado; con la incorporación de al menos un usuario
de motocicleta en el hogar, estos resultados se ven reforzados. Así, cuando las
mujeres están por fuera de la fuerza laboral, hay una mayor participación de
ellas en los rangos asociados con mayor cantidad de labores de cuidado en los
hogares a los que pertenecen (Walker, 2013; Luke et al., 2014; Dong y An, 2015).
Sin embargo, un resultado que vale la pena resaltar es que la diferencia entre
las mujeres según sus estatus laborales no es muy amplia. Eso implica que la
condición de mujer, más allá de su estado laboral, la empuja a dedicarse a labores
de trabajo doméstico y del cuidado no remunerado, resultado consistente con lo
ya planteado por Eswaran (2014) y Akram-Lodhi (1996). Por otro lado, frente
al nivel educativo, el índice IVC muestra que, a medida que el número de años
de educación aumenta, el riesgo de asumir trabajo no remunerado disminuye,
incluso para aquellas mujeres que están por fuera del mercado laboral.
Ahora bien, cuando se cruzan los cálculos del con el promedio de horas
diarias dedicadas a la tareas no remuneradas para el sostenimiento de los
propios hogares y el estado laboral, no hay mayores diferencias entre ocupadas,
desempleadas y quienes están por fuera de la fuerza de trabajo. Este resultado es
similar al encontrado en la India (Janiso et al., 2022), donde el estatus laboral
alcanzado por las mujeres no se ha traducido en cambios actitudinales en las
normas y percepciones de los roles de género.
Una de las contribuciones de este documento es considerar cómo la adquisición
de una motocicleta como medio de transporte para uno de los miembros del
hogar puede generar una mayor demanda de trabajo doméstico y del cuidado
no remunerado, en el futuro inmediato, dada la alta tasa de siniestralidad que
enfrentan los motociclistas en la ciudad. Sin embargo, sabiendo que el siniestro
es un evento probable, ¿cómo podría medirse esa demanda adicional de cuidado
no remunerado? ¿Cómo saber cuál es la lesión producida en siniestro con un
motociclista involucrado y cómo asociarla a un cuidado específico? Esa es una
limitación que presenta el índice ante la falta de datos que nos permita una
mayor precisión para medir los efectos de esa variable. Frente a esto, hemos
incorporado lo que la base de datos nos permite: la presencia de una motocicleta
en el hogar, asumiendo que su uso puede generar una demanda adicional de
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cuidado no remunerado. Así, el que en el hogar haya una motocicleta, más la
presencia de personas con alguna condición de discapacidad, incrementa el
riesgo para las mujeres de dedicar más horas para labores no remuneradas de
trabajo doméstico y del cuidado cuando están por fuera de la fuerza laboral.
No hay en la literatura feminista investigaciones que hayan considerado el
impacto de la presencia y uso de este tipo de vehículos en los hogares sobre
la carga de trabajo doméstico y cuidado no remunerado para los miembros
del hogar, especialmente para las mujeres de bajos ingresos, en contextos
muy específicos, como el abordado en este documento. Por supuesto, somos
conscientes de que la cualificación y cuantificación de esos impactos requiere de
una mayor investigación y el acceso a otras bases de datos, no solo cuantitativas
sino también cualitativas, que den cuenta de las características de las personas
lesionadas, los tipos de lesiones que genera la siniestralidad vial, los cuidados
asociados a estas lesiones y las consecuencias sobre quienes ejercen el cuidado.
Sin embargo, este documento pretende sentar las bases para una discusión más
amplia sobre la importancia de abordar cómo políticas públicas fallidas (es el
caso del transporte público en Cali o de una legislación que regule el tráfico de
motocicletas y la interacción en la vía con otros vehículos) impactan la vida y
el bienestar de las mujeres, especialmente las de bajos ingresos, profundizando
su precariedad y vulnerabilidad en términos del tiempo que tienen disponible
para su propio bienestar y sostenibilidad económica.
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